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Orfa/Natos de Isabel Ojeda



Isabel Ojeda, nació en Morelia, México en 1996. Considerada por explorar géneros literarios desde la poesía, el realismo, hasta lo fantástico y novelesco. Se caracteriza por evocar emociones hacia las complejidades humanas, abarcando la memoria, la introspección psicológica, la crítica social y el paso del tiempo. Ha recibido una respuesta positiva ante la audiencia nacional mexicana y con mayor proyección en el extranjero. Entre sus obras destacan Origen para tu estación, siendo Orfa / Natos su primera obra. Actualmente es miembro de Letras & Poesía, Autores Revista, entre otros espacios literarios, ha ganado concursos de poesía y publicado antologías en conjunto con otros escritores internacionales. Es profesora de Chino Mandarín. Se graduó de la Facultad de Ingeniería en la Universidad de Michoacán, y actualmente cursa su master en Ciencias del Lenguaje en la BUAP.





LA PAPELETA DE NUESTRAS VIDAS


El abandono es un lugar. Un sitio geográfico al que se le pueden poner coordenadas, climas, paisajes, puertas. Su topografía está definida por el dolor y la ausencia. Tiene gentilicio propio: huérfano. Podríamos pensarlo como un espacio lleno de misterio, pero más que nada está lleno de hechos, de ecos que se pueden enunciar solo en determinados lenguajes. Uno de ellos es la poesía, donde caben todos los lugares, físicos e imaginarios, y donde caben también todas las ausencias.


Leer sobre abandono y aislamiento nos puede remitir a muchos tipos de orfandad. Personalmente, la obra me transportó desde su título a la juventud de mi madre, que a sus veinticinco años dejó la paulatina ciudad que conoció toda su vida para ir a vivir al entonces Distrito Federal. Se fue sola, para continuar sus estudios, dejando atrás a padres y hermanos. A través de sus palabras, he imaginado a la gran ciudad como una bestia caótica que hay que aprender a domar, como se doma también a la soledad y a la extrañeza de los nuevos espacios. Tras muchos percances, encontró un lugar para vivir: una modesta casa de la colonia Roma que recibía a señoritas de todos los rincones del país, dirigida por una monja. Mi madre bautizó a aquel lugar como El orfanatorio, en una broma juvenil en la que vemos colarse sus sentimientos de la época. Aún después de tantos años, sigue nombrando así a dicho lugar cuando me cuenta algún relato sobre aquellos tiempos.


Mi madre me enseñó con su historia que los espacios donde crecemos nos definen, y que la sensación de orfandad no se reduce a la muerte de los padres ni a la infancia. Isabel Ojeda, en este libro, me reitera todo ello a la vez que me lleva a pensar en cómo las formas de la orfandad son una miríada de soledades, de añoranzas. Conviene, como hace ella, explorarla desde esta etapa primigenia en que comenzamos a entender el mundo, inevitablemente, a partir del lugar que nos cría. Isabel lo logra con una mirada novedosa e interesante: escudriña la infancia desde distintas voces del abandono, reflexiona sobre estos lugares con la palabra poética como herramienta y como fin mismo, con una experimentación del lenguaje que nos ofrece imágenes potentes, figuras barrocas, ritmos vibrantes, juegos tipográficos, invenciones y apropiaciones del español entre las que quiero destacar una nueva palabra predilecta: inexistir.


Atravesemos entonces los pasillos de este universo de dos kilómetros, recorramos sus dormitorios llenos de pesadumbre, leamos con atención esta papeleta titulada Orfa / Natos y exploremos el lenguaje del abandono. 


El poemario estudia la infancia vivida en un orfanato específico: el España México. Este sitio me toca particularmente porque forma parte de la historia de mi ciudad. Se trata del internado donde Morelia recibió a centenares de niños y niñas que buscaban, quizá sin saberlo, un escape de la Guerra Civil Española. Pero Orfa / Natos no nos muestra este lugar con intenciones historiográficas, pues no está ambientado en esa época, sino en 2003. Más bien, lo que tenemos es una radiografía de las condiciones más lastimosas y desoladoras de la infancia, con un énfasis en las repercusiones emocionales que produce crecer en un lugar como este. Incluso si se trata de una infancia relativamente reciente, la voz poética habita un lugar que se siente viejo, lejano. Hay un desfase temporal entre el momento real y la manera en que se percibe el tiempo y el espacio en medio del aislamiento. Aquí, a raíz de una carencia, las infancias comienzan a imaginarse un nuevo mundo. Un mundo obligado. La añoranza es un punto clave de la imaginación, y su consecuencia es la creación de otros espacios mentales como forma de escapar de la realidad, del abandono.

Esta papeleta nos adentra en un colegio del que conoceremos sus patios, sus dormitorios, sus túneles y laberintos. La papeleta esconde un nombre y entierra un pasado. La imagino tenue, en manos temblorosas, y conforme la leo, encuentro preguntas y respuestas en igual medida. Encuentro voces de infantes que están aprendiendo a lidiar con su realidad, que se hablan a sí mismos sobre las clases de español y las larvas y el hambre y los contrapuntos, que desarrollan la introspección más apabullante en expresiones como:


A veces / creo no estar en ningún soplo.


Y que entran en profundas cavilaciones como la siguiente:


      El miedo corrompía nuestra ingenuidad 

       para herirnos entre sí / fobias 

tornados 

semejantes a su formación / levantaban nuestras radiculares raíces 

               y las dejaban anémicas / sin facultad de tener nuevos brotes rosales.  


La papeleta se abre ante nuestros ojos para vincularnos a un personaje con cuerpo de estambre, al que veremos descoserse o entretejerse, o ambas cosas a la vez. Presenciaremos violencias latentes, tanto en la memoria como en la actualidad de las voces que entonan estos fragmentos. Percibiremos a la muerte como otra más de las irremediables añoranzas infantiles. Nos admiraremos de sus meticulosos pensamientos sobre la corporalidad, o mejor dicho, su corpo-realidad. Descubriremos las emociones que guardan los huérfanos en sus mochilas. Observaremos las circunstancias del aislamiento. Y al final del recorrido, tal vez, nos cuestionaremos todos estos procesos y las condiciones de la ausencia.


—“Si me voy” ¿qué se rizará aquí?


Este libro nos acompaña en cada página de la manera en que esas infancias abandonadas de las que habla debieron ser acompañadas. Entre sus metáforas y articulaciones, cada fragmento deja ver sentimientos que resultan desgarradores si los asociamos a las infancias, lo que me ha llevado a preguntarme sobre los lugares, los espacios, que en la actualidad en nuestro país podemos ofrecerles para que comiencen la vida con la mayor dignidad humana posible. ¿Cómo son los orfanatos y cómo podemos, como sociedad, convertirlos en el mejor lugar posible para albergar a las infancias? ¿Y cómo las tratamos, también, fuera de estos espacios de reclusión?

Estoy segura de que todos estos planteamientos a los que me ha conducido la lectura son totalmente relativos, personales, ya que se trata de un libro que evoca ideas que cada lector podrá asociar a distintas reflexiones con base en su experiencia y sus intereses propios, como acontece frecuentemente en los territorios de la poesía. Isabel nos ofrece un libro singular, que se corresponde completamente con la noción de la obra abierta de Umberto Eco: es móvil, dinámico, no contiene una única interpretación posible sino que cada persona que se acerque a él podrá desarrollar sus propios puntos de vista y recorrer caminos totalmente propios, sin necesidad de coincidir con otros. 

Contrapuesto al orden y la rigidez de un orfanato, Orfa / Natos nos abre la puerta al Desorden del que Eco decía que surgían la variedad, la imaginación y la creatividad. Aconsejo que nos adentremos en este espacio de pasillos oscuros y juegos de poca duración con la curiosidad y valentía que quizá nos heredó la infancia. Porque estoy segura de que todos y todas, en esta papeleta, encontraremos también algo de nuestras vidas.          


MARÍA ALANÍS CORRAL

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