Juan Rey Lucas: Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, campus ciudad universitaria. Tallerista de la Casa Universitaria del Libro. Alumno de la escritora Rosa Nissan. Redactor y guionista para distintos semanarios de la red y canales de YouTube.
Devenir animal, desde Gilles Deleuze
“Los ojos de un animal tienen el poder de hablar un gran idioma”
Martin Buber
“Hasta que uno no ha amado a un animal, hay una parte del alma sin despertar”
Anatole France
“Sólo los animales no fueron expulsados del paraíso”
Milan Kundera
Los vínculos que logremos con los animales no tienen nada que ver con las semejanzas, las identificaciones, o imitaciones, sino con una máquina que se desplaza en el devenir para fabricar su propia y singular potencia, estructura, y líneas de fuerza. “Devenir no es progresar ni regresar según una serie. Y, sobre todo, devenir no se produce en la imaginación, incluso cuando ésta alcanza el nivel cósmico o dinámico. Los devenires animales no son fantasmas. Son perfectamente reales.” (Deleuze & Guattari, 2002, pág. 244). Lo prodigiosamente tangible es la elaboración del devenir, como tal, en su multiplicidad, heterogéneo e incesante. Los términos con los que hace encuentro el advenir funcionan en un ímpetu, por tal, no son la correspondencia para generarse, sino el flujo de la materia con la que se encuentra en trocamiento. “El devenir-animal del hombre es real, sin que sea real el animal que él deviene; y, simultáneamente, el devenir-otro del animal es real, sin que ese otro sea real.” (Deleuze & Guattari, 2002). Aquí una evolución de lo menor a lo mayor carece de fuerza. Deleuze nos dice que se origina una involución a la correspondencia de los diferentes cuerpos: no estamos hablando de un desmejoramiento, sino un proyectarse a lo menos coherente y análogo; imbricándose abigarrado y multiforme. “El devenir es involutivo, la involución es creadora. Regresar es ir hacia el menos diferenciado. Pero involucionar es formar su propio bloque que circula según su propia línea entre los términos empleados, bajo las relaciones asignables.” (Deleuze & Guattari, 2002, pág. 245). El animal es desprendido de todo antropomorfismo (eje: el perro parece un hijo, llora como un bebé, etcétera). Y por igual, se libera de toda pertenencia familiar, social, cultural, etcétera. El animal es cierto que puede insertarse en los medios comunitarios y de producción; pero es sólo una faceta de sus magnitudes con las que oscila perseverante. “Devenir no es ciertamente imitar, ni identificarse; tampoco es regresar-progresar; tampoco es corresponder, instaurar relaciones correspondientes; tampoco es producir, producir una filiación, producir por filiación. Devenir es un verbo que tiene toda su consistencia; no se puede reducir, y no nos conduce a “parecer”, ni “ser”, ni “equivaler”, ni “producir”. “ (Deleuze & Guattari, 2002). El narcisismo merma la relación de los cuerpos (mi perro, mi gato, mi ave., et.al). Los animales, como los hombres, se conducen por polifonía, por pluralidad y colectividades con las que permutan –para bien y para mal-. Es la maravilla de ejecución de la materia: una inacabable y feroz comunicación con otras propulsiones y estímulos para generarse absurdamente singular. “Bancos, bandas, rebaños, poblaciones no son formas sociales inferiores, son afectos y potencias, involuciones, que arrastran a todo animal a un devenir no menos potente que el del hombre con el animal.” (Deleuze & Guattari, 2002, pág. 247). Patas al alimón con pies forjando designios. Agnados sublevados.
Bibliografía
Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia. España: PRE-TEXTOS.
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