
Juan Galván Paulin. CDMX 1955. Ha publicado, entre otras, poesía: Ritual en piedra, Desnudo peregrino de mi boca, Imaginada por derviches, Mi cuerpo germina temblor entre tus labios; novela: Plumbago Polanco, Dama León, El Viejo Roth; cuento: De Biznagas y Otros Nombres; ensayo: Calar en el espejo.

Abre su silencio al emplumado rostro
del maíz sin árbol
Príncipe Uno-muerte
cabellera de obsidiana
Mis hijos devastaron la saliva de la noche
Con plumas de sus labios en el impaciente sexo de la
[hembra
Eran sonámbulos profetas de tus sueños
sedientos cabalgaron el pedernal de las mejillas
el vientre ciego de avutardas
quetzal abanicado de cenzontles
en la ajena torre de una esposa germinada
Vlad es una sombra
los saltimbanquis el vendaje de una larva
colibrí en el bruñido incienso de una ceiba
desnudo peregrino de mi boca
ya sin yelmo
quetzal abierto en el caracol que me abandona
En la voz de una falena
Caronte se vistió con el disfraz del fauno
Oscura serpiente de rameras
las navajas desoyeron a los dioses
Escucha este graznar de mezquitales
alguien mordisquea la ceniza de las brujas
en el hirsuto paredón de fuego acanallado
el asfalto sacrifica un laúd para el incesto
Medusa
acaricias la carraca preñada al peregrino
la dócil carroña en el derrengado beso de tu niebla
de peste se colmaron las galeras
sólo fueron danzantes máscaras de aljibe nunca
[coronadas
en almizcle de mulatas
incinerado de tatuajes me sembré bajo tu piel de
[encino
Antes que el manatí mintiera de mi cuerpo
antes que el maíz royera de mis dientes.

Fui a la poesía porque la realidad ocultaba su rostro en la bruma de dos palabras dichas un atardecer funesto como toda despedida y vagar el rumbo conocido de salir de casa e inventar la rutina esa que quiere del olvido una certeza toda condena a los amantes en su separación y la hice laberinto paisajes amante mirada con la que podía soportar tu ausencia en la estepa y el desierto de las calles en las chozas en las cárcavas de un andén soñando me esperabas para encontrarte palabra a palabra imaginar los días de tu felicidad la soledad desde la que después de un café o de vagar sin rumbo -el rumbo es ese que traza la desesperación o el anhelo- por avenidas o vecindades o parques como bosques a la media noche abordaba siempre el tranvía nocturno de los desamparados en el recorrido donde la ciudad aparece por primera vez para quienes como yo hacen del insomnio el estado perfecto de la cordura atada a un mástil para no caer en tentación la de claudicar apenas despertamos versos escritos en los muros en los semáforos en la cara de cualquiera y aparecieras mientras bebía un último trago en una cantina desahuciada en mi delirio en la fiebre derrengado en un camino olvidado a medio sertón o crucificado en la serranía con todos mis fantasmas y la decadencia sí de cada poema lo supe después antes de encontrarte conjugaba tu nombre y sonaba en mí en la destilación de años tantos como cuarenta que son todos para saber que el amanecer aunque la ignorara tiene tu rostro mientras dibujas con tus labios mi cuerpo y que estás aquí que me abrasas que esto que este estar desnudos en la alcoba es una redención que restaña aquel que ya no y me besas y resucitas a este hombre que un día solitario acompañó al minotauro y el laberinto la poesía que conjuraba el tiempo aquella que escribo para que estés aquí es una eucaristía Tú y yo en la transfiguración del lecho.

…suena el sax de Parker tañe Laura como si la brisa lustrara
una alcoba
y eres tú quien aparece así sea a la media tarde en esta luz que
baña de melancolía
la sala bate alas como si nunca fuera adviento de la noche
porque estoy en ella
tal jazzista el de los homenajes de Cortázar
síncopa de los bares letanía de los poemas que me
persiguen para dibujar de ti
la sonrisa que sueño y no olvidarte el día mejor los días
densidad de esas notas
ese oleaje del alma recibe en la calle en su frío en su amenaza
de siempre morir a solas
la sospecha de que la vida sucede entre rascacielos en el
aroma del asfalto
que intento saborear si fuera humor de encino vaho de tierra
encinta
neblina señala en el aire tatuaje denso rizando dunas trigo y
desaparece como irrumpe la oscuridad en los ojos de quien
navega con Caronte esa mañana y ésta
aquella tarde al medio día en un pueblo en su reptar por nubes
fachadas alféizares
y hace de voces y murmullos fantasma para perseguir al
doblar la esquina y extraviar mi sombra…
…sí
la noche es también un ocelote agazapado en la luz de una
cantina
mi silueta en obsidiana de un espejo hombre solitario en
el tranvía
pienso en ti desde hace tanto ayer y mañana
y así los días tengan peso aire como esa transparencia de la
voz
mi piel que viene de tus labios dice mi nombre
y la luz en este tren también es un felino su abismo
y sueña un bandoneón para devorarme o no
una nota larga como jadeo en el lecho
en el precipicio que me incuba a solas sus crisálidas
y miro a las ventanas cómo en el parque juegan los niños
mienten asaltan a la abuela porque les evoca cuando eran
mayores
y destila ternura tormento y desolación
mientras bebo una taza de café miro pasar a las mujeres
seda algodón los vestidos escenografía
ese hálito de su misterio en el chador de su mirada
acantilado donde anidan silencios el ave de sus tribulaciones
y sus gozos siempre más desbastadoras en secretas liturgias
de su incertidumbre
las veo pasar sentado en una banca del Parque México
laberinto en el sueño donde los pájaros inventen tardes o
cuando es posible el amanecer me recuerda otros donde mi
cuerpo diluía la cimitarra el íncubo del insomnio y hacía frío
si afuera de la choza un helor tan calcinante como esos
paredones de solo verlos humeantes al mediodía en la sombra
en el cenzontle de todo lo que al callar se hace veneno
fármaco también para el espanto de recorrer el cuerpo de una
mujer y no encontrar la propia sombra o se encuentre vencida
en el olvido de canícula como un hueco entre mis brazos
madriguera donde se da a luz al coyote a la biznaga secuaces
de un poeta extraviado en el sueño de alguien que escribe
versos para qué así los días al menos tengan un poco de
alimento...
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